sábado, 18 de diciembre de 2021

 Estoy traduciendo un libro de poemas que es ÚNICO.

Fuera de lo que es para sus lectores en inglés y será para sus lectores en español (una vez que termine de conducirlo hasta ese lugar), quiero contar que para mí el libro es
un desafío enorme
un nuevo libro cada vez que lo releo para ajustar mi traducción
bello
brutal
bello
triste
alegre
esperanzador
crítico
vanguardista
Del libro de Laura Wittner (Se vive y se traduce, editorial Entropía) que no me canso de recomendar (y sobre el que haré la reseña que se merece cuando tenga tiempo), me viene esta frase que está en la foto de abajo porque... ¡la complicidad con Laura es demencial!
Antes de comenzar a traducir este libro que tengo entre manos, lo primero que hice fue leer sobre la autora. Luego busqué videos suyos para escuchar su voz y para ver cómo mira, cómo mueve las manos, cómo se enoja, cómo se apasiona.
Luego estuve quince días leyendo sobre "el" tema subyacente del libro de poemas. Ese tema era una superficie y fui a parar a lugares más profundos, más duros, pero más necesarios para entender a la autora, al tema y al rumbo que debía seguir. Las palabras vendrían después, pero debía entender el fondo del libro.
La editora me puso en contacto con ella y tuve una reunión por zoom (la llamo una reunión in perzoom que un alguito se acerca a conocerse en persona, pero claro que faltan los olores, pero bueno, pandemia, distancias). Hablar con ella fue hermoso y me llevó a otros lugares más productivos, espero, para mi traducción.
Cuando era chica, amaba imitar la firma de mi padre. Recuerdo perfectamente que cada vez que hacía su firma para divertirme, me sentía invadida por su personalidad, sentía su voz en mi cabeza, a mi alrededor aparecía el Código Civil, jueces, clientes, leyes, un mate, Julia Elena Dávalos. Ahí recién firmaba. Luego fui traductora. Ahora entiendo casi todo.

Aurora Humarán





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