sábado, 27 de junio de 2020

¿Para qué estudiar una nueva lengua?

Esta es la primera palabra que escribí [nuur, luz}

Sin duda hay muchos motivos por los que alguien puede tomar la decisión de comenzar a estudiar una nueva lengua. 

También existen diferentes abordajes. Se puede decidir hacer scuba diving o simplemente snorkelling. 

Podés optar por entrar a esa lengua-ciudad con todo y alma... o disfrutar "desde afuera", conociéndola, un poquito, desde las fronteras.

¿Por qué empecé a estudiar árabe yo? Para estudiar árabe.

Aurora



Mis palotes árabes

viernes, 19 de junio de 2020

Nuevos amigos: Erri de Luca


Hoy terminé el primer libro que leo de Erri de Luca. Gracias totales a mi colega Erika Cosenza por presentármelo.
Es... una delicia para el intelecto. Es exactamente el tipo de escritores que adoro: los que te regalan un camino bello. No me importa cómo terminan los cuentos. No me importa si terminan. Me interesa el mientras tanto, la maestría en el manejo de la lengua. De esto, Erri tiene de sobra.
Me encontré retrocediendo muchísimas veces para volver a paladear ciertos párrafos, algún adjetivo inesperado, algún sintagma fulminante (los soldados jóvenes como "adultos involuntarios").
Gracias, Italia, por regalarnos al Dante, a Baricco y a De Luca.
Aurora Humarán



domingo, 7 de junio de 2020

Ginebra, la mujer que se llevaba las cosas de la tumba de Borges y Estela Canto.



Pocos antepasados me generan tanto orgullo como Estela Canto. Es un honor tener algo de sus genes. Estela era una mujer del todo incorrecta (diríamos hoy) en varios sentidos. Atea. Comunista. Polémica siempre. Todo imperdonable en ciertos círculos en aquellos años. Fue una gran traductora. De hecho, En busca del tiempo perdido, muestra en la tapa el nombre de Marcel Proust y el de Estela, la traductora. También escribía relindo. Y también le escribieron a ella. Mi amado Jorge Luis Borges le dedicó El Aleph. Dicen algunos que Estela fue el amor de su vida, su musa. 
Estela Canto y Jorge Luis Borges
Parecida a mi abuela Amelia Tabossi Urquiza, hija de María Elena Canto.
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De viaje por las Uropas hace unos años, hice una escala de dos días en Ginebra exclusivamente para visitar a Georgie (como lo llamaba Estela). Apenas llegué al hotel, dejé mis valijas y me fui caminando rapidísimo al Cementerio de los Reyes (Plainpalais) para visitar a mi escritor favorito. Algo me hizo entrar por una puertita que estaba muy cerca de su tumba… que no tardé en encontrar. 


Filmé el momento en que me iba acercando en la tonta ilusión de estar cerca de El Maestro. Estuve horas en ese lugar que no llegaba a percibir como un cementerio. Mirando hacia atrás me extraña eso mismo y pensar cómo llené todas esas horas… Soy hiperkinética incurable motivo por el que odio las peluquerías y jugar al ajedrez (perdón, Maestro). Eso de estar sentada, quieta, callada no es para mí. Lo cierto es que estuve horas en estática devoción.  Saqué millones de fotos. Di de beber al pasto con unas regaderas que encontré cerca. Dibujé la tumba. Sabía bastante sobre ella, incluso sin haber leído el excelente libro de Martin Hadis (Siete guerreros nortumbrios. Enigmas y secretos en la lápida de Jorge Luis Borges, de Emecé).

En algún momento, me fui. Recuerdo haber visto otras tumbas de personajes famosos en ese verde verde tan verde cementerio con ese verde verde tan vivo que es quizás lo que explica la sensación que se tiene allí: vida que se impone a y paz.


Recuerdo que leí Jean Piaget, Juan Calvino, Alberto Ginastera y el nombre de la hija de Dostoyevsky.

Al día siguiente, luego de desayunar, regresé al cementerio. Yo creo que estuve sentada hablando mentalmente con Borges. No logro explicar qué hice durante horas en ese lugar, pero ¿de qué serviría saberlo o entenderlo?

Cuando llegó el momento de la despedida, me empezó a doler un Borges en todo el cuerpo así que decidí dejar la trillada, baladí e inútil nota que nadie leería. La puse en un ganchito que vi entre el pasto. En ese momento, empezó a lloviznar. Qué rabia, pensé, se va a desteñir mi mensaje. Me fui cuando ya llovía tupido*.


Varios años más tarde, con ojos asombrados leo un artículo en el Diario Clarín sobre una mujer que vive en Ginebra y que cada día de su vida va a la tumba de Borges a llevarse las cosas que dejan, dejamos, sus admiradores. Ella menciona la hojita del Best Western Hotel Astoria que dejó Aurora, sobrina de Estela Canto… Ay…




Aurora Humarán

* palabra homenaje a mi padre.