martes, 7 de julio de 2020

La experiencia de traducir al español "A long walk to water" de Linda Sue Park


A long walk to hope. A long walk to salvation.
(La experiencia de traducir A long walk to water)

Dedicado a Isabel Campoy, mi hada madrina



LA EXPERIENCIA

La experiencia de traducir es mágica. Y variopinta. A veces (muy pocas, en realidad) es simple; a veces (es decir, casi siempre), complejísima. Y esto no tiene necesaria relación con un supuesto documento “difícil” de palabras hipertécnicas. Esos suelen ser los más fáciles de traducir, paradójicamente. Las palabras técnicas suelen ser esas y no otras.  En otras lides, que parecieran más simples, lo que se nos escapan son las sutilezas que nos pide el texto o que nos exigimos nosotros mismos. Necesito esa palabra y no otra. Las palabras nos esquivan o se nos esconden o se nos niegan. Casi siempre en algún momento se abre el Cielo, y el mismísimo San Jerónimo nos pasa, con complicidad de colega, esa que andamos buscando. (También hay ángeles traductores que nos soplan las palabras mientras dormimos, y qué despertar épico tenemos entonces…).

Los cruzapuentes vivimos entre dos idiomas (en mi caso, el inglés y el español). A veces, nos quedamos atorados en un limbo un tanto lisérgico. La historia demuestra que siempre salimos cuando corresponde y casi siempre con la palabra necesaria.

Hay algo que cualquier traductor de raza sabe: de cada traducción se sale más rico. Indefectiblemente. Con más palabras, con el caudal que regalan las experiencias de traducir sobre ciudades, contratos, síndromes, pólizas, la tribu dinka. Por no decir nada del desafío intelectual que representan los neologismos. La experiencia de traducir es inmensa y bella y nutritiva. Nos pasaba todo esto cuando éramos flamantes tradicientes. Nos pasa hoy (y con más intensidad), casi a los 40 años de profesión.

Un buen día, golpeó mi pantalla la oportunidad soñada: la propuesta de traducir al español A long walk to water para Houghton Mifflin Harcourt (HMH). Leo que se trata de una novela corta que es un best-seller en The New York Times. Leo que fue escrita por Linda Sue Park, premiada escritora estadounidense de literatura infantil/juvenil. Me pregunto qué hice yo para merecer esto.

No leo más porque quiero ser virgen de esta historia y porque a las traducciones las encaro sin presentaciones. Nada de "mucho gusto, soy la traductora, prepárese para viajar al español". Traduzco sin anestesia, sin preámbulos, sin leer la historia una vez antes. Me sumerjo, pero no con timidez o dando saltitos para evitar el agua fría, sino desde el trampolín más alto. Olympically yours.

Traducir esta novela ha sido una de las cosas más movilizadoras que me han ocurrido en la vida. Si bien hace meses hice clic en el último SEND que llevaría mi traducción a la editorial, descubro lo viva que está, latiendo más tibia que nunca en mi corazón cuando voy volando hacia Emiratos Árabes Unidos (invitada por el Ministerio de Cultura y Turismo de Abu Dhabi para dar una charla).  

Solemos ser ignorantes del continente africano. Son tierras misteriosas de las que solo "sabemos" (nos lo enseñó la tele cuando éramos chicos), que en algún lado estaban Johnny Weissmüller  y su compañera Chita. Con los años, algunos tenemos la suerte de enriquecer nuestra mirada gracias a lecturas o viajes, pero por lo general el foco está en un par de zonas: el norte de África (con ese Egipto admirado desde siempre), sus regiones tan tocadas por lo español y en el sur… algún viaje inesperado a Pretoria, los zulúes, Durban y los vestigios, todavía recientes, del incomprensible appartheid. En el medio de esos escasos puntos, la nada. La imperdonable ignorancia.

El mapa del avión me cuenta qué ciudades vamos sobrevolando. ¡Juba!, leo de pronto con emoción. Hace tiempo que se ve desierto para los cuatro costados. Sudán. El Nilo. El Nilo había sido, hasta Salva, el río de mis amados egipcios. Ahora, había sido otro de los escollos que enfrentó el gran Salva, líder de niños, buscador de sueños, realizador de obras maravillosas. Se me arrugó el corazón al tomar conciencia de lo que habrá sido ese viaje de los Niños Perdidos. Sentí culpa por haber nacido en este Juego de la Oca que es la vida con varios casilleros de ventaja. Ojalá la experiencia de haber “conocido” a Salva me haya hecho un poquito mejor persona. Ese sería otro logro de Salva.

LA TRADUCCIÓN

Son dos historias durísimas que avanzan en distintos tiempos. Son dos personas a las que el mismo azar que a mí me llenó de fortunas, les ha asignado hambre, guerras, enfermedades y muertes, límites crueles, sequía en las tierras y en los sueños.

El estilo literario de Linda Sue Park es hermoso: llano, convincente, atrapante. Musical. Es decir que mi principal desafío fue reescribir en español (intentar reescribir) la historia de Salva Dut y de Nya con iguales habilidades. Hacerle honor a la autora.

Sus descripciones son precisas y bellas. Era clave traducir sin dejar ningún posible “ruido” que distrajera al lector hispanohablante. Ser dura, apelativa, firme, tenue o explícita, tal como había sido la autora.

La novela nos quita la respiración varias veces. Es casi imposible suspender la lectura. Es esencial, por eso, acompañar al lector para que se alegre, se asuste, se alivie, se emocione como la autora lo hizo.

Traté de utilizar tan pocas notas de la traductora como me fue posible para no entorpecer la marcha. Equivocada o no, siento que tener que explicarme en una nota es un poco mi fracaso en el renglón, pero claro que a veces no hay opciones. “Buenos días, tía”, dice Salva en un momento.  Un querido colega keniata me explica que en algunas zonas de África es frecuente llamar “tía” o “madre” a una señora sin que haya un vínculo familiar con ella. Me parece que vale la pena interrumpir al lector y llevarlo al pie de la página, y lo hago.

Espero haber sido merecedora de la tarea de traducir esta historia que desgarra, pero a la vez, ilusiona. Hay en el mundo gente como Salva.

Traductora al fin, no puedo dejar de percibir el guiño de una palabra de esta historia: el nombre del propio Salva. Me pregunto si él sabrá que el idioma español agrega magia a la historia cuando en su nombre, Salva, resuena la esperanza.

Aurora Humarán

Ilustrada por Juan Manuel Tavella



2 comentarios:

  1. Aurora Humarán es la reina en el desierto semántico, en el puente entre culturas, en el mar de todas las costas lingüísticas. Mi admiración es bilinguue. Y eterna.

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