A long walk to hope. A long walk
to salvation.
(La experiencia de traducir A
long walk to water)
Dedicado a Isabel Campoy, mi hada
madrina
LA EXPERIENCIA
La experiencia de traducir es mágica.
Y variopinta. A veces (muy pocas, en realidad) es simple; a veces (es decir,
casi siempre), complejísima. Y esto no tiene necesaria relación con un supuesto
documento “difícil” de palabras hipertécnicas. Esos suelen ser los más fáciles
de traducir, paradójicamente. Las palabras técnicas suelen ser esas y no otras.
En otras lides, que parecieran más
simples, lo que se nos escapan son las sutilezas que nos pide el texto o que
nos exigimos nosotros mismos. Necesito esa palabra y no otra. Las palabras nos
esquivan o se nos esconden o se nos niegan. Casi siempre en algún momento se abre
el Cielo, y el mismísimo San Jerónimo nos pasa, con complicidad de colega, esa
que andamos buscando. (También hay ángeles traductores que nos soplan las
palabras mientras dormimos, y qué despertar épico tenemos entonces…).
Los cruzapuentes vivimos entre
dos idiomas (en mi caso, el inglés y el español). A veces, nos quedamos
atorados en un limbo un tanto lisérgico. La historia demuestra que siempre
salimos cuando corresponde y casi siempre con la palabra necesaria.
Hay algo que cualquier traductor
de raza sabe: de cada traducción se sale más rico. Indefectiblemente. Con más
palabras, con el caudal que regalan las experiencias de traducir sobre ciudades,
contratos, síndromes, pólizas, la tribu dinka. Por no decir nada del desafío
intelectual que representan los neologismos. La experiencia de traducir es
inmensa y bella y nutritiva. Nos pasaba todo esto cuando éramos flamantes
tradicientes. Nos pasa hoy (y con más intensidad), casi a los 40 años de
profesión.
Un buen día, golpeó mi pantalla la
oportunidad soñada: la propuesta de traducir al español A long walk to water para Houghton Mifflin Harcourt (HMH). Leo que
se trata de una novela corta que es un best-seller en The New York Times. Leo que fue
escrita por Linda Sue Park, premiada escritora estadounidense de literatura
infantil/juvenil. Me pregunto qué hice yo para merecer esto.
No leo más porque quiero ser
virgen de esta historia y porque a las traducciones las encaro sin
presentaciones. Nada de "mucho gusto, soy la traductora, prepárese para viajar al
español". Traduzco sin anestesia, sin preámbulos, sin leer la historia una vez
antes. Me sumerjo, pero no con timidez o dando saltitos para evitar el agua
fría, sino desde el trampolín más alto. Olympically yours.
Traducir esta novela ha sido una
de las cosas más movilizadoras que me han ocurrido en la vida. Si bien hace
meses hice clic en el último SEND que llevaría mi traducción a la editorial, descubro
lo viva que está, latiendo más tibia que nunca en mi corazón cuando voy volando
hacia Emiratos Árabes Unidos (invitada por el Ministerio de Cultura y Turismo de
Abu Dhabi para dar una charla).
Solemos ser ignorantes del
continente africano. Son tierras misteriosas de las que solo "sabemos" (nos lo enseñó la tele cuando éramos chicos), que en algún lado estaban Johnny Weissmüller y su
compañera Chita. Con los años, algunos tenemos la suerte de enriquecer nuestra
mirada gracias a lecturas o viajes, pero por lo general el foco está en un par
de zonas: el norte de África (con ese Egipto admirado desde siempre), sus
regiones tan tocadas por lo español y en el sur… algún viaje inesperado a
Pretoria, los zulúes, Durban y los vestigios, todavía recientes, del
incomprensible appartheid. En el
medio de esos escasos puntos, la nada. La imperdonable ignorancia.
El mapa del avión me cuenta qué
ciudades vamos sobrevolando. ¡Juba!, leo de pronto con emoción. Hace tiempo que
se ve desierto para los cuatro costados. Sudán. El Nilo. El Nilo había sido,
hasta Salva, el río de mis amados egipcios. Ahora, había sido otro de los escollos que enfrentó
el gran Salva, líder de niños, buscador de sueños, realizador de obras
maravillosas. Se me arrugó el corazón al tomar conciencia de lo que habrá sido
ese viaje de los Niños Perdidos. Sentí culpa por haber nacido en este Juego de
la Oca que es la vida con varios casilleros de ventaja. Ojalá la experiencia de
haber “conocido” a Salva me haya hecho un poquito mejor persona. Ese sería otro
logro de Salva.
LA TRADUCCIÓN
Son dos historias durísimas que
avanzan en distintos tiempos. Son dos personas a las que el mismo azar que a mí
me llenó de fortunas, les ha asignado hambre, guerras, enfermedades y muertes,
límites crueles, sequía en las tierras y en los sueños.
El estilo literario de Linda Sue
Park es hermoso: llano, convincente, atrapante. Musical. Es decir que mi principal desafío fue reescribir en español (intentar reescribir) la historia de Salva Dut y
de Nya con iguales habilidades. Hacerle honor a la autora.
Sus descripciones son precisas y
bellas. Era clave traducir sin dejar ningún posible “ruido” que distrajera al
lector hispanohablante. Ser dura, apelativa, firme, tenue o explícita, tal como
había sido la autora.
La novela nos quita la
respiración varias veces. Es casi imposible suspender la lectura. Es esencial,
por eso, acompañar al lector para que se alegre, se asuste, se alivie, se
emocione como la autora lo hizo.
Traté de utilizar tan pocas notas
de la traductora como me fue posible para no entorpecer la marcha. Equivocada o
no, siento que tener que explicarme en una nota es un poco mi fracaso en el
renglón, pero claro que a veces no hay opciones. “Buenos días, tía”, dice Salva
en un momento. Un querido colega keniata
me explica que en algunas zonas de África es frecuente llamar “tía” o “madre” a
una señora sin que haya un vínculo familiar con ella. Me parece que vale la
pena interrumpir al lector y llevarlo al pie de la página, y lo hago.
Espero haber sido merecedora de
la tarea de traducir esta historia que desgarra, pero a la vez, ilusiona. Hay
en el mundo gente como Salva.
Traductora al fin, no puedo dejar
de percibir el guiño de una palabra de esta historia: el nombre del propio Salva. Me
pregunto si él sabrá que el idioma español agrega magia a la historia cuando
en su nombre, Salva, resuena la esperanza.
Aurora Humarán
Aurora Humarán es la reina en el desierto semántico, en el puente entre culturas, en el mar de todas las costas lingüísticas. Mi admiración es bilinguue. Y eterna.
ResponderEliminarQué honor. Infinitas gracias.
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