Traducir es bello.
Traducir sobre niños y niñas que no tienen pelo rubio, sino pelo negro y enruladito... ¡y que son héroes y heroínas de la historia! es algo que te tranquiliza. El mundo se está acomodando como corresponde.
Si para colmo de bienes te toca traducir con una gran palabrista que resulta ser tu hija, bueno, eso ya es lo más parecido a la felicidad absoluta.
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