Cuando empecé a estudiar portugués, la profesora nos preguntó a todos para qué estábamos ahí. Simple en mi caso. Yo estaba ahí para estar ahí. Ni más ni menos. El medio y el fin eran el mismo.
Al principio, todos falábamos felices porque poníamos "inho" e "inha" al final de todas las palabras y listo. Ja ja ja. Ilusos.
Luego llegó el momento de congelarnos. Son los riesgos de aprender una lengua tan parecida a la tuya. ¡Jamás deberíamos decir "esperá un ratiño", por ejemplo! De todos los petrificados, yo fui la más congelada por motivos obvios (soy traductora > jodidamente ambiciosa y orgullosa cuando de los idiomas se trata). Y luego llegaron los falsos amiguiños. ¡Miles!
AMO este idioma danzante. Así como amo al Brasil y a Portugal. Ojalá algún día pueda conocer otros países lusófonos para confirmar que esta lengua y sus gentes tienen algo especialmente hermoso.
Aurora Humarán
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