Borges con mi tía bisabuela, Estela Canto, la mujer Aleph, escritora, traductora de Marcel Proust, rebelde zurda odiada por Leonor Acevedo, (odio absolutamente esperable, claro) |
De aquel poema que memorizábamos sin entender mucho (“Moza
tan fermosa non vi en la frontera como la vaquera de la finojosa”), recuerdo en
especial la interpretación que hizo la profe de Literatura de una de sus partecitas.
El poeta dice: “En un verde prado de rosas e flores”, y la profesora arriesgaba
que para el autor las rosas eran tan bellas o especiales que pertenecían a un
conjunto propio, externo a las flores.
Así, está el conjunto de escritores, esos amigos entrañables
que me acompañan desde que me atacó este vicio incurable allá por mis siete u
ocho años. Los escritores. Y luego está Borges.
¡Feliz cumpleaños, queridísimo Maestro, grande en los
ensayos y cuentos; enorme en los poemas! ¡Y colega como tradecidor de Virginia
Woolf, de Wilde o de Faulkner!
Estaba esperando anoche que fueran las 24 para saludarlo. Soy
ese tipo de fan de los aniversarios que, sé, le provocan gracia o, mucho peor,
indiferencia, pero bueno. Usted escribe y yo lo quiero a mi manera. Iba a
saludarlo, decía, pero recordé que “está” en Ginebra.
Sé cuántas veces releí algunos libros que amo (incluso
algunos que analizan su obra como el necesario libro Borges profesor de
Martin Hadis o la tesis doctoral de la doctora Alicia Zorrilla hecha libro, La
voz sentenciosa de Borges). Desconozco cuántas veces releí su obra, amigo,
maestro, colega, poeta, palabrero máximo. ¿Ve? Me pongo casi barroca cuando lo
celebro, algo que me costaría alguna broma suya.
Solo pasaba por acá para decirle gracias por tanto y happy
cumple, Georgie. Nos vemos en el Aleph o en algún otro sueño.
Aurora Humarán
Aurora Humarán
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