No tengo ninguna estadística, pero intuyo que pocos andan
por la vida tan obsesionados con la profesión como los traductores y los intérpretes.
Cualquiera de nuestros parientes o amigos pueden confirmarlo. Sin duda en gran
parte se debe a que vivimos inmersos en nuestra herramienta principal: la
lengua. Como si un dentista viviera rodeado de dientes. Comparamos lo que dice
el actor con lo que dicen los subtítulos.
Leemos como apasionados auditores la revista bilingüe en el avión. Sufrimos con la nota que firmó el administrador
de nuestro consorcio. El “si tendría” nos hace daño a la salud (sé que también
les pasa). Controlamos menúes. Según la personalidad, algunos van corrigiendo
por la vida, pero lo importante es que todos estamos mirando y escuchando
atentamente. Siempre. Reflexionamos continuamente sobre la lengua.
Somos sutiles, como debe ser un profesional de la lengua. Si
no me sirve el adjetivo ‘idílico’, ¡no habrá manera de que deje de pensar hasta
que encuentre el que quiero, el que necesito, el que es! Trance de traductora o
de intérprete: buscar en ese bello y rico reservorio de datos que hemos formado
con años de estudio, de reflexión y de lectura. En los pasillos de la mente se
atesora nuestro bagaje de palabras, y encontrar la palabra correcta es un Candy
Crash intelectual, inexplicable para quien no traduce o no interpreta.
Nuestra
obsesión, en principio inofensiva, puede ser peligrosa. ¿Por ejemplo? Si nos
empecinamos en hartar a nuestros clientes con las normas de acentuación o con
los usos incorrectos del gerundio. Hay que asumirlo: poco importa la coma del
vocativo a la mayoría de los mortales. ¡Claro que somos los profesionales de la
lengua! ¡Por supuesto que buscamos que el cliente entienda y valore nuestro
conocimiento! Sabemos que el cliente siempre tiene la razón, pero que los
expertos en la lengua somos nosotros. El desafío es, entonces, encontrar el
equilibrio entre expresar nuestro conocimiento sin convertirnos en una mosca
zumbona y densa. Serán pocos los clientes que compartirán nuestra pasión (tienen las suyas). Lo importante es que nos entreguen sus palabras con confianza.
Soy una traductora, es decir una viajera, una cruzapuentes, una
palabrera, una palabrista. I’m between English and Spanish. A veces, en alguna
zona en el medio. Leo cuatro libros a la vez. Colecciono
diccionarios. Me enorgullece decir de qué trabajo. Estoy enamorada de las
palabras.
Aurora Humarán
La divina comedia, escrita por Dante Alighieri y traída al español por Jorge Aulicino
Las palabras hacen el amor. :)
ResponderEliminarTe recordaré para siempre como mi primer lector, Jorge. Veo que compartimos el amor por muchos escritores así que ¡tiene sentido!
ResponderEliminarGracias por tu visita.