domingo, 6 de marzo de 2022

 

Los libros de Sergio siguen en literario despelote en mi living. Están agrupados según varias categorías. Este libro de Kierkegaard pasará a otro amante de la lectura como era Sergio, como soy yo, pero quería compartir la emoción que es comprobar la rima en ciertos temas de los libros (o de la vida, que es lo mismo).

La primera vez que fui a la casa de una querida colega que partió hace muchos años, lo primero que hice, por supuesto, fue mirar y admirar su biblioteca. Y cuánto me impresionó ver muchos libros en común. La pensaba emocionada por las mismas páginas que me habían emocionado a mí. Entendí que al nutrirnos de tantos elementos en común era obvio que sintiera tantas afinidades. Rimábamos mucho.

Sergio Viaggio era un erudito, como todos sabemos. Solo bastaba leerlo para poder incluso arriesgar qué autores lo habían conformado. Esta modesta lectora sintió otra vez aquella emoción de los libros en común al encontrar tantos compartidos con Serguéi: Marechal, Wilde, Rivera, Nalé Roxlo, Carpentier, Dostoyevsky y un palabrero etcétera. Ya partirán estas repetidas delicias hacia nuevos dueños y dueñas. Ya partirán los sonetos de Pessoa (escritos en inglés porque Pessoa vivió en Sudáfrica muchos e importantes años) hacia una nueva dueña. Y así. Pero de a poco. Todavía están estacionados en sorprendido desorden en mi casa.

Como con Annie (a quien quería y admiraba tanto), me da ternura imaginar a Sergio levantando las cejas o crispando un puño o soltando una carcajada de la mano de amigos compartidos. Saberlo abriendo las mismas puertas que abrí algún día. Bueno, quizás es esta solo una excusa para recordarlo a través de algo que era tan él, la literatura. Me hubiera gustado conversar más con el Maestro de tantos de nosotros sobre estos temas, pero cierto es que también compartíamos el activismo de la profesión y una postura política parecida así que hubo otros temas que nos apasionaron y ocuparon los tiempos.

Mi amiga Cris se recibió de amiga el día que detectamos un libro que amábamos las dos. Luego me regaló ella la puerta para ser lectora en Emecé (qué trabajo loco ese, qué genialidad, que te paguen para hacer lo que de todos modos hacés siempre…).

Los libros son así: abren puertas y unen almas.  

Aurora Humarán