Toda mi vida tuve una suerte que escapa a mi racionalidad, pero esta vez fue demasiado. Tuve un privilegio y fue el de asistir a un evento poético en el mundo árabe. Mundo desconocido, por demás. Mundo por descubrir (desde acá). Y si no podía esperar más, esta invitación me invitó a pensar en lo imposible. Un evento anual de poesía que incluye a escuelas, poetas, que invita a jóvenes y adultos a compartir sus poemas con un público maduro, serio. Y con un público jovial, de pura pureza. Ahora, ¿por dónde empezar? Tal vez, por el hecho de que se piensa en algo de verdad cuando se piensa en la poesía como tema. No un vehículo de emociones ni una redención de vidas torturadas. La poesía es real. Es la de todos los días, la de cada vivencia particular encapsulada en sus propios conceptos. Eso es poesía. La mirada personal y genuina sobre un mundo que gira. Y giran las voces y las palabras y algo unifica y es la sensación de comunidad no dispuesta a la guerra ni a la competencia, sino a compartir una experiencia. La propia, de cada cual. Eso es poesía.
Es un día por año, pero es mucho más que eso. Desfile de mundos de reglas dispuestas y no hay nadie que las vigile, porque no es una competencia. Subrayo: no es una competencia. La poesía no fue y no va a ser nunca una competencia. Esas cosas vienen de otros lados. Por eso, nadie espera triunfar, nadie espera superar. El desafío es levantar la mirada para encontrarse con otro más, diferente, parecido, igual.
Un día al año, una mañana y una tarde por año, estudiantes de distintas escuelas leen sus poemas y oyen a poetas de otros países y otras regiones con el mismo ímpetu de comunicar que ellos. Y se iguala. La búsqueda de sentido o de sin sentido se hace una bandera, y ahí están las personas con sus capacidades, algunos con capacidades que desde Occidente nombramos “diferentes”, pero este evento tiene otro nombre para ellos: “personas con determinación”. Y ahí se traza la zanja, que no es la diferencia lo que los nomina, sino la similitud. Y entonces estamos seguros de que es algo nuevo. Oriente nos propone volver a pensarnos. O a pensarnos menos.
Desde ideas de un árbol-diccionario, hasta crecer echando raíces, las novedades de cada intervención enriquecen, el ritmo de la cadencia poética ensordece porque recuerda que hubo algo de lo que nos fuimos olvidando (la esencia). ¿Cuántos corazones poéticos habitan en nuestros países? Quizá sean tantos como habitantes, sin embargo, en el devenir del presente se nos escapa. Que el poema es eso. Que el poema es lamento. Que el poema es reírse por no llorar, o viceversa. Y en este evento, a miles de kilómetros de la seguridad del hogar (y la pantalla), se nos presenta lo incierto. Palabras. Palabras ordenadas. Palabras ordenadas por personas desordenadas. O no. Palabras.
Si me prometen algo novedoso, yo voy. Y si esperaba algo distinto, me quedé corta. Este evento de poesía va más allá de lo que se dice. Entender la madurez y lo poético al mismo tiempo ya es demasiado. Ahora, entenderlo y entender lo parecido, de prepo, ya es inviable. Si pudiera ponerse un título, diría “Corazón poético”, porque no hay nada que agregar. Así se llama el evento, y así nos llama. En su novena edición, entre estudiantes y profesores y almas de a pie nos encontramos. Encontrémonos más seguido, porque Occidente y lo Oriental no están tan lejos como pensamos. Estamos mucho más cerca. Y el desafío principal, entonces, es ese. Rediseñar un mapa en donde estamos cerca, que nos miremos en el ojo ajeno y que nos miren por otra pupila. Con la participación de figuras eminentes y desconocidas, la reunión es plena. Entrevistas y música, poesía y literatura. El corazón es uno, no tiene estructura. El corazón es poético o no es.
Poetic Heart se organiza en Emiratos Árabes Unidos con el aporte desinteresado de voluntarios de muchos ámbitos y toda la información, los poemas, las composiciones, presentaciones y textos se encuentran en http://www.thepoeticheart.com. Nació de la propuesta de otro corazón poético, el del Dr. Shihab Ghanem, poeta al que tuve también la suerte y el privilegio de traducir (y así crucé mi primer puente) y que, con el apoyo de la Fundación Ikeda, lleva adelante este ambicioso y valiente proyecto de crear un espacio para que se escuche la voz (y los derechos) de los que intentan hacer cada día del mundo un lugar más seguro. A través de la poesía, a través del sueño. Por muchos más corazones poéticos y atrevidos a serlo.
Leticia Monge
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