Imaginaba que un tipo como Andrés Calamaro, un poeta musical, sería también un mago al expresarse sobre un papel sin que medien acordes. La linda sorpresa: es mucho más que eso.
Por lo poquito que leí (empecé su libro esta mañana), es un texto que gustará mucho a los cronopios en general, a los músicos y, en especial, a argentinos y españoles de entre 35 y 60 años.
Calamaro nació en una familia de intelectuales (en su casa ensayaba Les Luthiers) y tiene una cultura literaria impresionante. Juega constantemente con el lenguaje. Sabe de dobles sentidos. Tiene un manejo intuitivo de los recursos de la lengua. Se lo lee cómodo entre las palabras. Seduce y te elige como cómplice de sus idas y vueltas por el mundo y por la vida.
Los abuelos de la nada. Los Rodríguez. Calamaro solista. Su música en Madrid, en Medellín, en Donostiarra o en California.
Es un verdadero collage en el que Calamaro te presenta a ese cantor de flamenco al que no conocías, luego a Pichuco y luego a Roberto Arlt. Hay lugar para Goya, Kierkegaard y Led Zeppelin.
Promete porque cumple desde su mismísimo prólogo.
E intriga desde antes porque las primeras palabras que nos reciben nos dicen: "El golpe de 1976 no fue una represión ilegal, sino una guerra, una guerra que aún continúa y en la que uno de los enemigos a vencer es el cantante Andrés Calamaro". Jorge Acosta (represor de la ESMA).
Sobrevolando el índice, sé que este será un viaje especial. Quizás incómodo en algunas partes (no sería Calamaro), pero enriquecedor, ilimitado y mágico.
Aurora Humarán
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